En el presente editorial debemos abordar, por imposición de la realidad, un tema de fundamental importancia en la vida de la Asociación.
En la Cuarta Reunión Ordinaria del Consejo Deliberante de ASIP, celebrada en la ciudad de Montevideo, Uruguay, el 25 de junio de 1980, se aprobó una cuota anual de aporte de U$S 5000, a cargo de las Direcciones Nacionales de Presupuesto de los países miembros de ASIP. Esta cuota, inclusive, tenía un carácter provisorio y mínimo, hasta la fijación de una cuota anual permanente en función de los gastos futuros.
Debemos puntualizar que en los últimos tiempos la respuesta no ha sido alentadora; excepto Ecuador, Panamá, Argentina y Uruguay, las contribuciones no se han concretado. No escapa a nuestra percepción la difícil situación de las finanzas públicas de los países miembros, pero también somos concientes de que el reducido monto del aporte posibilita la gestión en procura de su concreción.
Lo que nos aflige e impulsa a reflexionar sobre la situación financiera de ASIP, es el no contar con un panorama claro respecto de la continuidad de las actividades de nuestra Asociación; y en el caso de respuesta afirmativa, el verdadero rol a desempeñar. Es indudable que una institución de estas características y de alcance internacional, no puede funcionar eficazmente si no cuenta con un mínimo de recursos financieros, más allá de los buenos propósitos, afanes e imaginación de los responsables de la conducción.
Las consideraciones anteriores no revisten solamente el carácter de un pedido financiero; es un pedido mucho más comprometido, es solicitar una profunda reflexión sobre la razón de ser y existir de nuestra institución. La adecuada solución financiera, sólo puede derivar de una concientización clara y precisa sobre qué somos y qué queremos ser.
Otro punto que deseamos considerar, ligado estrechamente a las inquietudes que motivaron el nacimiento de ASIP, es la falta de renovación que se observa en las huestes de los estudiosos en presupuesto. Si observamos el actual contingente de inquietos por los temas presupuestarios, constatamos que muy pocos nuevos profesionales se incorporaron a la vieja guardia. Esto debe ser motivo de preocupación para todos, porque la carencia de sangre nueva compromete el futuro del emprendimiento, y fundamentalmente, porque podría estar mostrando un déficit en nuestro accionar en cuanto a capacidad para generar vocaciones. Es otro tema para pensar y actuar.