Año XXXVIII – Nº 73
Julio / Agosto 2010

tapa 73 castEs la hora del sector público. Cuando el mundo no ha terminado aún de recuperarse de la crisis financiera, varios países desarrollados se encuentran frente a situaciones fiscales que parecen insostenibles en el largo plazo. La paradoja es que, mientras la mayoría de los países emergentes muestra situaciones fiscales relativamente sólidas, las señales de alarma se han encendido en algunos de los países más avanzados. Se trata entonces de viejos problemas personificados por actores nuevos, a punto tal que muchos hablan de una inédita explosión de la burbuja de la deuda, pero esta vez en el mundo industrializado.

La crisis financiera que comenzó hace dos años no está desvinculada de la actual crisis fiscal. La recesión de 2008-2009 fue el resultado de un descontrol financiero y se manifestó, entre otros efectos, en una desmesurada acumulación de deuda en las economías más avanzadas que, como ahora sabemos, consumían por encima de sus posibilidades. Las medidas aplicadas para paliar esta crisis se basaron en fuertes estímulos fiscales y en la socialización de pérdidas del sector privado. Estas políticas monetarias expansivas que fueron el producto de las bajas tasas de interés y los consecuentes créditos blandos provocaron, particularmente en algunos países desarrollados que ya venían exhibiendo cuentas fiscales desequilibradas mucho antes de la crisis, que los déficits superen el 10% del PBI, con tendencia a aumentar.

Articulos:
La política fiscal federal en Puerto Rico y sus consecuencias electorales*
Las finanzas públicas en Chile: resultados del período 2006-2009 en perspectiva*
Reformas recientes en el sistema presupuestario de los Estados Unidos*

Es la hora del sector público. Cuando el mundo no ha terminado aún de recuperarse de la crisis financiera, varios países desarrollados se encuentran frente a situaciones fiscales que parecen insostenibles en el largo plazo. La paradoja es que, mientras la mayoría de los países emergentes muestra situaciones fiscales relativamente sólidas, las señales de alarma se han encendido en algunos de los países más avanzados. Se trata entonces de viejos problemas personificados por actores nuevos, a punto tal que muchos hablan de una inédita explosión de la burbuja de la deuda, pero esta vez en el mundo industrializado.

La crisis financiera que comenzó hace dos años no está desvinculada de la actual crisis fiscal. La recesión de 2008-2009 fue el resultado de un descontrol financiero y se manifestó, entre otros efectos, en una desmesurada acumulación de deuda en las economías más avanzadas que, como ahora sabemos, consumían por encima de sus posibilidades. Las medidas aplicadas para paliar esta crisis se basaron en fuertes estímulos fiscales y en la socialización de pérdidas del sector privado. Estas políticas monetarias expansivas que fueron el producto de las bajas tasas de interés y los consecuentes créditos blandos provocaron, particularmente en algunos países desarrollados que ya venían exhibiendo cuentas fiscales desequilibradas mucho antes de la crisis, que los déficits superen el 10% del PBI, con tendencia a aumentar.

La punta del iceberg de la actual crisis fiscal fue Grecia. A pesar del rechazo inicial de Alemania a la idea del rescate, fundado en la teoría del riesgo moral que se corre cuando un actor no se hace cargo de las consecuencias de sus actos, la situación de Grecia, que se acercó a la insolvencia con sus u$s 450 mil millones de deuda pública, ha alertado a la Unión Europea acerca de los peligros de una quiebra desordenada que podría conducir a una crisis sistémica. Pero Grecia no está sola. España, Portugal, Reino Unido, Irlanda e Islandia están en la mira de nerviosos tenedores de títulos públicos que temen que estos países no puedan cumplir con las obligaciones emergentes de sus grandes deudas. Ya hace un tiempo que el presidente de la Junta Ejecutiva del Banco Central Europeo, Juergen Stark, había advertido que “la región del euro podía enfrentar una crisis de deuda soberana si los gobiernos no logran reducir sus déficits de presupuesto”, pero no sería de extrañar que Japón y los Estados Unidos también se sumen al grupo de países avanzados que se expongan a los implacables dictámenes de un mercado muy sensibilizado que presta mucha atención al estado de las cuentas públicas y se ensaña con los más débiles desde el punto de vista de su situación fiscal.

La Unión Europea ha implementado un importante programa de ayuda, preparado casi a regañadientes por Alemania y Francia, al que también contribuirá el Fondo Monetario Internacional. El establishment alemán teme que los pedidos de rescate se transformen en un barril sin fondo y argumenta, con razón, que los arquitectos del Euro previeron una cláusula que prohíbe los rescates con la intención de fortalecer el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Está claro, entonces, que los planes de salvataje se canjearán por promesas de programas de austeridad. Algunos gobiernos ya los han anunciado, pero hay observadores que señalan que estos programas hacen recaer el peso de la crisis sólo sobre los ciudadanos y que no serán suficientes si no se reestructuran también las deudas, para que el sector financiero se haga cargo de parte de los costos.

También se habla de llevar adelante reformas estructurales. Esto incluye, en el caso de Europa, una batalla para aumentar la productividad de modo que el continente no quede fuera del juego en diez o veinte años, tal como lo ha advertido recientemente el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn. No se trata de una tarea sencilla y seguramente habrá una fuerte resistencia a los necesarios ajustes presupuestarios y/o aumentos de impuestos que muchos gobiernos intentarán aplicar, además de las mencionadas reducciones salariales para bajar costos y una devaluación de la moneda común que seguramente será inevitable. La situación política y social de Europa será muy complicada en los tiempos que vienen, sobre todo porque se trata de un continente amenazado por las tensiones que emergen de la necesidad de reformar el Estado en el marco de un sostenido envejecimiento poblacional que obliga a aumentar los servicios que debe proveer el sector público, mientras sus ingresos disminuyen. En pocas palabras, muchas demandas y pocos recursos se constituirán en el signo de los tiempos por venir, en los cuales será necesario aplicar programas que no sean de imposible cumplimiento. Todo un desafío para los especialistas en temas presupuestarios y finanzas públicas.

Es probable que algunos de los temas que se desarrollan en los artículos que se incluyen en el presente número de la Revista Internacional de Presupuesto Público contribuyan, al menos parcialmente, a las soluciones de los problemas que se avecinan.

El artículo de Jorge Rodríguez, Michael Jorratt y Cristóbal Gamboni, que lleva por título Las finanzas públicas en Chile: resultados del período 2006-2009 en perspectiva, constituye un repaso de los resultados obtenidos en ese país en lo que se refiere a las finanzas públicas a partir de la consolidación institucional de la llamada “política de balance estructural”, asociada al principio de responsabilidad fiscal, que demostró ser efectiva en ambas fases del ciclo económico y le permitió a este país ahorrar durante el auge del precio del cobre y “desahorrar”, si se permite el neologismo, durante la crisis económica mundial.

El trabajo de Hernán Pablo Llosas, titulado Reformas recientes en el sistema presupuestario de los Estados Unidos, analiza los notables cambios en el sistema presupuestario norteamericano a partir de la reforma de 1993 que se inició con la sanción de la Ley de Desempeño Gubernamental y Resultados. Esta ley, producto de la iniciativa del Congreso, le asignó a la Oficina General de Rendición de Cuentas la responsabilidad de auditar y evaluar su cumplimiento y produjo así, según el autor, un cambio copernicano en el sistema presupuestario de ese país.

Richard Blanco Peck es el autor de un interesante trabajo que lleva por título La política fiscal federal en Puerto Rico y sus consecuencias electorales. Esta investigación busca demostrar que la política de proveer fondos provenientes de los Estados Unidos tiene un impacto directo sobre la tendencia electoral en Puerto Rico. La metodología utilizada en este estudio es un análisis comparado de 15 años electorales que exhiben una correlación positiva entre el porcentaje de fondos federales destinados al Estado Libre y Asociado de Puerto Rico por cada año electoral desde 1952 a 2008 y el porcentaje de votos obtenidos por las fuerzas políticas, utilizando el Coeficiente de Correlación Pearson. Se utilizaron otras técnicas para comparar y observar cambios entre los resultados de este estudio con los otros realizados en 1978 y 2006, siendo la tesis de Blanco Peck que el aumento de fondos federales en el presupuesto está directamente relacionado con el incremento de votos a favor de los ideales que favorecen la anexión a los Estados Unidos.

Con estas valiosas contribuciones, la Revista Internacional de Presupuesto Público estimula la discusión y el debate sobre temas centrales al quehacer de las finanzas públicas y las técnicas presupuestarias.